Destrucción de talento

Ya no me importa que hablen de uno, eso es terrible, pero  he llegado a la conclusión de que es peor que no hablen. He aprendido a maldecir a los murmuradores y personas de lengua doble. Porque un latigazo produce cardenales, pero el golpe de la lengua quebranta los huesos. A pesar de ello, espero seguir escribiendo.
Desde hace algún tiempo las compañías aéreas en general están no sólo destruyendo empleo por la situación actual, sino que también destruyen talento.
Después de más de veinte años, me dice un buen amigo, me han despedido de la empresa. Hombre de gran experiencia en el sector, muchos se preguntan el por qué. Indubitablemente, después de preguntar en diferentes aerolíneas la respuesta es la misma para destruir el talento, la experiencia, todo lo que muchos de estos compañeros han hecho por sus empresas no ha servido de nada. Así de simple.
En su lugar, contratan en tierra por ejemplo, en el área del handling en los aeropuertos a estudiantes por 500 euros al mes, y en esferas más altas el talento se sustituye por los nuevos chicos expertos en power point, hombres expertos en elaboraciones de proyectos que han aprendido en las escuelas de negocios y que desarrollan sus ideas en forma de presentaciones informáticas. Que sirven para que los profesionales ocupen de forma rutinaria su tiempo en la oficina, ya que realmente no tienen ninguna finalidad práctica. No  son casos aislados, es como si en las compañías aéreas se estuviera haciendo una ‘limpieza étnica’.
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La mano

El niño andaba la empinada calle, cogido por la mano de su padre, prácticamente su padre tenía que tirar de él. La calle estaba sin asfaltar, y el niño tropezaba con algunas piedras del camino,  acompañado de una respiración entrecortada, y lagrimas descendiendo por sus mejillas.
El niño era consciente, de que al final de la calle le esperaba el enorme portón, del internado y era consciente que esa era la frontera entre el calor de su padre y la miseria de una educación, que no comprendía y nunca llegó  a comprender, porque en aquel lugar carecían de una virtud fundamental de la vida y que es complemento de todas las virtudes, la humanidad. Pero lo peor era no ver a su padre por largo tiempo.. La puerta era azul, tirando a un color plomizo en algunas partes, fruto, del tiempo, la lluvia y el viento.
El niño se cogía a la mano de su padre , y por ningún motivo quería soltarla, aunque por la fuerza que imprimía su progenitor, era tarea imposible. Sabía que cuando llegara al Hospicio, o internado o lo que aquello fuera, una monja franciscana, lo recogería y retendría, aun así, cuando su padre volvía la espalda y regresaba de nuevo a bajar la calle, él se zafaba, de la mujer de hábito y corría detrás de su padre, sollozando y le cogía la mano para que lo llevara . Pero el final era siempre el mismo, de nuevo su padre cogiéndole con cariño lo acercaba hasta dónde la vieja monja, le esperaba. Ella esperaba con una sonrisa indescriptible, con la seguridad del que sabe como sería el final, de aquellos sollozos y corazón dolido, de un niño más.
Hoy ese niño piensa en esa mano más que nunca, la mano de su padre, sus manos , las que siendo mayor besaba con amor el día que el anciano padre, partía de esta vida. Solo se decía asimismo ahora si me deja huérfano de sus manos y su corazón, ese corazón que con respiración entrecortada lo dejaba cuando era niño, en el viejo internado

The Fucking Human Factor

Es demencial. Hemos cambiado de siglo hace apenas 9 años, y da la impresión que el mundo siempre ha sido como hoy. Demencial. Hemos olvidado nuestros orígenes. Es despertarse cada día en medio de una pesadilla real sin pies ni cabeza, sin principio, sin cambios, sumidos en el caos y con solo un final visible: la autodestrucción total.
El siglo pasado parece un sueño irreal. Había principios, valores, respeto, pudor, familia, elegancia, integridad, afán de conocer, honestidad, interés por aprender y por saber, por viajar, había decencia, anhelos por mejorar, por crear, por evolucionar.
En éste siglo, el de la pesadilla real, nadie quiere trabajar, ni sacrificarse estudiando para aprender y prosperar decentemente, ni en tener la disciplina indispensable para evolucionar tal y como la madre naturaleza, la lógica y la inteligencia siempre han dictado desde que el mundo es mundo y hoy parecen no tener sentido ya más.
Hoy la mentira, el hurto, el desfalco o el robo, lo vulgar, lo indigno, lo mezquino, el egoísmo, la traición y lo mediocre, la indiferencia, el oportunismo, la falacia del ‘todos somos iguales’, sazonado con una generosa ración de ‘salsa’ de cobardía, ignorancia y desvergüenza lo abraza todo. La falta de respeto, empezando por la de uno mismo, la pobreza ética, profesional, moral y la carencia de autoestima, convierte a nuestras ‘sociedades’ en escoria decadente y huele a podredumbre, a pesadilla y a destrucción.
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