CRÓNICA DE UNA AVERÍA

Todos los aviones del mundo, sin excepción, disponen de una lista de averías denominada MEL, iniciales de minimum equipment list, que señala cual de los posibles problemas mecánicos que se puedan producr permiten al avión volar y cuáles no. De manera que, a pesar de tener un problema técnico, un avión podrá volar con toda seguridad si el MEL indica que el problema es “GO”, mientras que se ha de quedar en tierra hasta que la avería se solucione si el problema está en el capítulo de los “NO GO”.
En cierta ocasión un DC-9 de líneas aéreas nacionales tomo tierra a las dos de la tarde en el aeropuerto de Barajas, procedente de Bilbao. El tiempo era malo, y hubo bastante turbulencia durante casi todo el vuelo, por lo que éste, aunque corto, fue íncomodo.
El comandante decidió paliar en parte la prevención de los pasajeros ante el mal tiempo, y a pesar del viento, realizó un impecable aterrizaje que arrancó un suspiro de alivio y alguna exclamación de aprobación en mas de un viajero.
El segundo piloto puso en marcha el APU, la unidad auxiliar de energía, una pequeña turbina a reacción situada en la cola del avión que funciona mientras el avión permanece en tierra, pero el APU no se puso en marcha.
Los mecánicos de mantenimiento intentaron reparar la avería, sin éxito, tardarían por lo menos seis horas.
Pero el avión estaba programado para despegar en apenas cuarenta y cinco minutos más tarde en dirección a Zaragoza
Recibida la autorización por parte de la torre de control el avión emprendió el vuelo.
De pronto el avión, pareció estremecerse y comenzó una creciente vibración en uno de los motores no había más remedio que reducir la potencia de ese motor, y si con ello la vibración no se detenía, incluso pararlo por completo
Pero no hizo falta tomar ningua medida, cuando el copiloto iba a accionar la palanca de gases correspondiente, una potente explosión sacudió el avión y sembro el desconcierto entre los pasajeros.
Casi simultaneamente, todas las luces en el interior del avión se apagaron, y solo quedaron iluminados por sus baterias autónomomas.
En la cabina de pilotos, en el panel correspondiente a los motores todos los indicadores y todas sus agujas se quedaron a cero.Empezaron a descender.
El cerebro del comandante comenzó a trabajar con la presión de una máquina de vapor, era evidente que los dos motores se habían parado, e incluso que uno de ellos había estallado, la mente del comandante estaba fija y obsesionada en algo que no encajaba en sus esquemas, ¿Por que las máscaras de oxigeno no habían saltado automaticamente? y ¿Por que se habían parado los dos motores a un tiempo, al unisono.
Dió presión a las neuronas de su cerebro y las hizo trabajar a plena potencia. Tal vez las máscaras no saltaron porque el avión no perdió presión de aire. Y por ello tampoco se había enfriado la temperatura ambiente. Y todo eso no podría ocurrir a menos que realmente un motor estuviera funcionando. Cierto que todos los indicadores marcaban cero, pero eso podría tener otro origen.
Cerró los ojos un instante y apretó los dientes. Después cuidadosamente, milimetro a milimetro avanzó la palanca de gases del motor número dos hacia posición de máxima potencia. Pareció como si una mostruosa coz hubiera alcanzado el avión por la cola. Se oyo de nuevo el ruido familiar y zumbante de un motor y el avión incrementó su velocidad en casi cincuenta nudos más. Y entonces el comandante aferró el volante de mando, tiró de él hacia su pecho y el avión comenzó a trepar mientras las montañas se hundian en lo más profundo del suelo.
Diez minutos más tarde tomaban tierra en Zaragoza, con un solo motor y con toda normalidad. Le rodearon los mecánicos, que comenzaron a trabajar de inmediato. El comandante les acompañó en su investigación de lo sucedido.
El motor número uno había reventado, y de su carcasa apenas quedaba un gran muñon retorcido, las paletas de la turbina habían alcanzado al fuselaje y abierto un gran boquete en él, junto al timón de cola, segando así limpiamente los gruesos mazos de cable que envian los parámetros de cada motor a los instrumentos indicadores en la cabina.
En realidad el motor número dos funcinó en todo momento, aunque sin potencia, hasta que el comandante accionó la palanca de gases: pero eso normalmente nadie podía haberlo sabido. Tampoco el generador electrico funcionó, al quedar cortado el cable que mandaba el circuito de distribución de electricidad. El motor dos nunca se había parado.
El comandante miró todo aquello durante unos minutos, en silencio.
-Si. eso fué lo que pense.
Después se volvió hacia su tripulación. que trataba de reponer ánimos, después de la zozobra pasada.
– Os invito a cenar. Creo que lo habéis hecho bastante bien.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

4 × uno =