Durante más de treinta años, me he sentido enormemente vinculado a todo lo relacionado con la aviación, por este motivo quisiera dedicarle estas modestas letras a un buen amigo.
Qué hermoso es volar, qué sensaciones tan imborrables se sienten cuando se está allí arriba, uno se da cuenta de lo que realmente somos; minúsculas casas y montañas, y los hombres ni se ven.
El cielo se hace más grande y el sol también.
¡Oh, Dios mío!¡Qué grande es el Universo y qué minúsculos somos nosotros!
¿Por qué cuando uno vuela siente una paz espiritual imborrable?.
Será tal vez, porque se está más cerca de Dios o quizá por sentirse parte importante de ese Universo ilimitado, que despliega ante nuestros asombrados ojos un desfile exuberante de bellas e insospechables imágenes cambiantes… Y en cada vuelo vas afirmándote más en la creencia de este poder creador, capaz de realizar las maravillas que contiene el espacio y que nos deja absortos y asombrados.
Cuando se despega se deja atrás de una manera enormemente agradable la Tierra y sus terribles problemas; los odios, las injusticias, las necedades, y después de haberse sentido sólo en la gran ciudad se encuentra uno por fin a sí mismo; al aire amigo. De repente, casi sin percibirlo, cuando uno retira un poco la palanca de los gases para empezar a escalar vertiginosamente el cielo, se siente acompañado como jamás lo estuvo en otro lugar.
Por esto de alguna manera a ti, mi gran amigo, tú que me acompañas siempre y que jamás me abandonas; y de quién me honro en tener amistad; por todo ello gracias mi buen amigo, porque solo me dejarás si te falla el corazón: ese corazón de hierro, aceite y palas que casi siempre es más sensible que el del hombre. Por ti estas letras, AVIÓN.
TOMAS CANO