He leído con sorpresa e indignación las manifestaciones de Don José Ignacio Alonso sobre la marcha de la campaña promovida por la Asociación Provincial de Agencias de Viajes de Tenerife, en la que manifiesta que los chicharreros consideran al turista de forma despectiva.
Soy catalán, aunque eso hoy no significa nada para mí, pero he pasado muchos años viviendo en Tenerife y amo esa tierra con todo mi corazón, y ¿saben por qué?, no porque haya tenido más o menos fortuna cuando he estado viviendo allí, sino por sus gentes, por el cariño que he encontrado siempre.
Déjenme que les cuente una historia. Mi buen amigo Domingo me llama desde lejos, me acerco y me saluda con esa cordialidad única que existe en estas tierras. Me invita a un tabaco y me siento a su lado en la portuense calle de San Juan, en la que uno puede sentir ese aire templado que nos trae la brisa marina. Mientras nos fumamos el tabaco o puro y escucho con atención todo lo que me va contando del antiguo Puerto de la Cruz, me doy cuenta de que el patrimonio de Tenerife, y por qué no decirlo, de Canarias, no es otro que la hospitalidad de sus gentes.
Muchas veces pienso en la cantidad de premios que se han otorgado a Tenerife por parte de instituciones, touroperadores, cadenas hoteleras…, pero ¿Cuándo premiaremos a las gentes de Tenerife?
Qué suerte he tenido de vivir con ellos, cuánto amo esta tierra. Y la razón más importante es porque jamás me he sentido un extraño entre ellos y he conseguido sentir y vivir el calor de sus gentes.
Excusas políticas de la APAV, sobre el éxito de una campaña como Tenerife Amable, no es más que la indecencia de unos incompetentes que viven mirando al mar, cuando deberían mirar hacia adentro y dar gracias todos los días por dónde viven y con quién, porque no encontrarán gentes como estas en ninguna otra parte del mundo. Y lo digo de corazón, porque una gran parte de él ya lo he recorrido y siempre regreso a Tenerife, porque sé que esta Isla siempre me espera y sus gentes con ella.